
De Memoria: Un recuerdo de anécdotas pasadas y comentarios presentes

Por: Luis Fernando Heras Portillo
Desarrollador de negocios turísticos, comerciales e industriales.
Hace dos semanas inicié en mis redes sociales una serie llamada “De Memoria”, misma que contendrá muchos capítulos que estarán numerados progresivamente. La intención de dicha participación, con comentarios del pasado y del presente, es que sean totalmente improvisados y que sean fundamentalmente ideas que se me vienen a la cabeza en el momento mismo en el que los narro, con el propósito de que sean del interés de quienes me escuchan, me ven o me leen.
Dicha serie la podrá usted encontrar en todas mis redes sociales:
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La participación de los jóvenes en la política es fundamental para enriquecer el ejercicio del poder público. Con ello, la sociedad se beneficia al contar con representantes cuyo trabajo responsable y pasión por el cambio también aboga por los derechos y necesidades de la juventud. Por ello, considero importante hablar de su participación, pero con una perspectiva diferente: hablar de los jóvenes recordando nuestra propia juventud, recordando que nosotros también lo fuimos y nos tocó experimentar lo mismo que ellos viven ahora.
Haciendo algunas reflexiones con un par de amigos, rememoré aspectos que tienen que ver con la política mexicana. Los tres, hace aproximadamente 40 años, nos involucramos en esas tareas que tienen que ver con hacer méritos. Es decir, siendo estudiantes, muchos de nosotros buscamos participar en actividades de tipo social, pero sobre todo de tipo político, alentados por lo que nos inspiraba nuestro espíritu universitario: la superación.
Obviamente, en aquel momento estábamos muy “verdes”, como dicen, muy jóvenes. Pero en la universidad tenemos el deber de tocar puertas para encontrar oportunidades que nos lleven a desarrollar nuestras capacidades como profesionistas. Para algunos, esto puede significar integrarte a un partido u organización política, ya sea por cuenta propia o por invitación de algún familiar, amigo, maestro o conocido.
Las motivaciones son muy válidas y nobles: es porque los jóvenes tienen ese ‘gusanito’ de participar en política, conocer de cerca los procesos de la toma de decisiones, porque intentan ser ‘alguien’, destacar y ser reconocidos. Recordemos que en nuestro país somos ciudadanos a los 18 años, y muchos desean hacer valer sus derechos políticos. Quieren, al margen de estudiar, participar de la manera más elemental involucrándose en partidos y campañas políticas.
Entonces, recordaba que hace alrededor de 40 años yo también fui joven y busqué la manera de integrarme a movimientos juveniles, concursos de oratoria, conferencias, seminarios, congresos y a todo lo que tuviera que ver con participar, conocer gente, relacionarme, prepararme y, sobre todo, aprender.

En esa época, una de las grandes figuras de la política era don Jesús Reyes Heroles (1921-1985), un destacado académico, historiados y político originario de Veracruz, autor de “El liberalismo mexicano”, una obra fundamental para quienes estudian el tema. Entre sus logros se encuentra la reforma política de 1977, que permitió la transición democrática en México para abrir paso a un modelo pluripartidista del que se conformaría la oposición. En aquel entonces era toda una institución ideológica que servía como inspiración a los estudiantes de la década de los 80.
Para quienes nos encontrábamos en el área de Ciencias Sociales —como yo, egresado de la licenciatura en Administración Pública de la Universidad de Sonora— leer, escuchar y conocer a Jesús Reyes Heroles en alguna conferencia o evento era algo sumamente interesante, porque su conocimiento e ideales regían su actuar en los diferentes cargos públicos que ejerció. En pocas palabras, era un político preparado y con una enorme influencia en la formación de cuadros políticos.
Fue en ese contexto cuando muchos jóvenes veinteañeros, entre ellos su servidor, decidimos involucramos en tareas de tipo político, participando en movimientos y después en campañas, siempre buscando la oportunidad de trascender y de ser parte de la actividad política.
Cabe señalar que, en aquella época juvenil confluían varios partidos, siendo los principales el Partido Revolucionario Institucional (PRI), que era prácticamente el partido único; el Partido Acción Nacional (PAN), desde entonces y hasta hoy considerado la derecha del país, y el Partido Socialista Unificado de México (PSUM), que existió de 1981 a 1987, nacido de la fusión del Partido Comunista Mexicano con otras organizaciones de izquierda. Eran esos básicamente las tres fuerzas políticas.
Quienes éramos jóvenes y nos gustaba la política, buscamos integrarnos a las filas de alguno de los tres partidos anteriores, con el objetivo de crecer y tener posibilidades de encontrar algún empleo, cargo a elección popular o de sumarnos a algún gobierno. Recuerdo que en 1982 tuve la oportunidad de participar en la campaña presidencial de Miguel de la Madrid. Siendo muy joven me involucré en tareas que, al término de esa campaña, aportaron a mi desarrollo profesional y me ayudaron a comenzar a trazar mi camino en la vida.

En general, es muy interesante cómo los jóvenes se enrolan en actividades de tipo político, siempre buscando participar. Pero si observamos el presente, podemos darnos cuenta de que sigue sucediendo lo mismo. Desde mi experiencia, puedo relatar de manera anecdótica que el 80% del tiempo éramos “carne de cañón”. En pocas palabras, los más grandes, es decir, los que estaban a la cabeza de organizaciones o partidos, nos daban la encomienda de repartir volantes, de hacer vallas humanas cuando venía algún presidente de la república o de invitar a otros jóvenes de secundarias y preparatorias para llevarlos a los eventos políticos. Había una simbiosis muy natural. A los jóvenes nos utilizaban para echar porras, para acomodar sillas, organizar eventos e invitar a cada vez más gente, pero nunca nos daban oportunidades reales de trabajo y participación. Éramos una fuerza cuya energía no era aprovechada de la mejor manera. Nunca nos daban realmente la representación que en ese momento pudiéramos tener, pero así era, y así funcionaba prácticamente en todas las organizaciones políticas.
Quienes cursábamos la universidad teníamos la oportunidad de intercambiar opiniones con jóvenes que participaban en el PRI, PAN o en el PSUM y, a pesar de las diferencias ideológicas, todos coincidíamos en algo: los más grandes nos utilizaban como carne de cañón, haciendo méritos para figurar en la política.
Aquí es donde hago la pregunta: ¿Ha cambiado algo? ¿Han mejorado las oportunidades para los jóvenes en la política?
Son experiencias muy bonitas e interesantes, pero al parecer sigue siendo lo mismo. Simple y sencillamente no se les da a los jóvenes la oportunidad, el valor ni la relevancia que tiene la juventud de México para que la clase política se renueve, tenga en sus filas a más jóvenes y más mujeres, para efectos de refrescar el sistema político mexicano.
Sería interesante, pues, que todos aquellos que participan en la política mexicana realizaran una reflexión al respecto, mirando al pasado para entender el presente y construir el futuro, de la mano de quienes les tocará vivirlo.
¿Será acaso que nuestro país necesita como presidente de la república a una persona menor de 40 o 50 años para renovar radicalmente el ejercicio del poder público, con sangre y mente joven, y con acciones que beneficien a las presentes y futuras generaciones?