La curiosa historia detrás de la popular Silla Acapulco
Compartido por: Luis Fernando Heras Portillo
Existe una silla que todos los mexicanos conocemos, pero no todos sabemos su nombre: la silla Acapulco. Su sencilla pero interesante forma no solo es ergonómica sino creativa y con cualidades para embellecer cualquier espacio.
Como muchos objetos comunes, es normal que se desconozca su origen o que su historia se pierda con el paso de los años. Sin embargo, este no es el caso de la silla Acapulco, cuyo origen es aún más especial.
En 1955, una escuela de educación especial para niños con discapacidad en Acapulco se encontraba en riesgo quebrar. Una de sus maestras le contó a su esposo y también profesor, José Cortés, su preocupación por el inminente cierre del plantel. Tras escuchar el problema, José prometió a su esposa que encontraría la manera de solventar los gastos de la escuela para evitar su desaparición.
Buscando una solución, José llamó a dos de sus mejores amigos, un panadero y un albañil, y les pidió ayuda para encontrar la manera de generar recursos para salvar la escuela y que los niños no quedaran sin educación. Pronto, el panadero planteó una idea que se le había ocurrido con anterioridad: construir sillas cuyo diseño se basara en las canastas utilizadas para poder llevar el pan sobre la cabeza.
Al principio el profesor y el albañil no les quedaba muy clara la idea, hasta que el panadero les explicó que la canasta para transportar pan constaba de un aro de metal al centro, en el cual iba la cabeza, y un aro más grande a los costados para así formar el cesto con ayuda de un forro de cuerdas de henequén.
Una vez comprendida la idea, los tres amigos comenzaron a trabajar en el plan, primero haciendo el bosquejo y luego fabricándolas con fierro y lazos de henequén. Así fue como armaron la primera silla.
Aquella primera versión era distinta a la que conocemos hoy en día, más pequeña y menos anatómica. Sin embargo, comenzaron a venderlas ‘como pan caliente’ entre los pescadores, pues el asiento era perfecto para utilizarlo mientras descamaban pescados. Luego continuaron vendiéndolas a otras personas, obteniendo las primeras ganancias para salvar la escuela primaria.
Pero el destino de la silla cambió seis años después. En 1961 se celebró en Acapulco la Reseña Mundial de Cinematografía, un festival de cine internacional al que acudían directores y celebridades del mundo del cine de Hollywood. En aquella épica, los prestigiados turistas recorrieron calles y tiendas del puerto en búsqueda de suvenires y objetos interesantes para llevar a casa.
Una de ellas fue la actriz Elizabeth ‘Liz’ Taylor, que en esos años se preparaba para interpretar a Cleopatra en uno de sus más aclamados filmes. Liz acudió al taller de los tres amigos acompañada de un amigo. Al conocerlos, les propuso mejorar el diseño de la silla para que fuera más anatómica y hermosa. Con gusto, ellos aceptaron la propuesta.
Así fue como nació la silla que conocemos hoy en día, ovalada y amplia. En aquel momento, Liz Taylor se llevó 250 sillas ‘Acapulco’ para adornar su casa en Estados Unidos. Los invitados de la actriz quedaron tan encantados con las innovadoras sillas que decidieron comprar las suyas, iniciando la fiebre de las sillas acapulqueñas.
Al siguiente año se realizó nuevamente la Reseña Mundial de Cinematografía, atrayendo a cientos de celebridades que buscaban una sola cosa: conseguir las sillas de la famosa Liz Taylor. Desde entonces el taller del maestro, el albañil y el panadero las empezó a producir por miles.
Sin embargo, como sucede en muchos negocios, los socios se enemistaron. El albañil salió de la sociedad y puso su propia fábrica haciendo una silla algo diferente: se trataba de una en forma de aguacate, pero no tuvo mucho éxito.
Alrededor del año 2000, José Cortés recibió un reconocimiento como creador de la silla Acapulco, un mueble del que se sabe ha llegado a todo el mundo y que hoy en día se vende en plataformas digitales como Amazon y Alibaba.