La fiebre del litio: El delicado debate en torno a la nueva oportunidad de la industria minera en Sonora y México
Por: Luis Fernando Heras Portillo
Desarrollador de negocios turísticos, comerciales e industriales.
Nacionalizar el litio de Sonora y otros posibles yacimientos en México es una decisión particularmente delicada. Para ello se requiere un amplio análisis, consenso, seriedad y una gran responsabilidad con todos los sectores involucrados -tanto públicos como privados -, para poder aprovechar este nicho de oportunidades que es impulsado por la economía global.
Para comprender el origen de la “fiebre del litio” en México, es importante conocer el contexto general. El litio es un metal blando, el más liviano conocido hasta el momento, que gracias a sus excelentes propiedades conductoras de calor y electricidad es utilizado en la producción de baterías para la industria de la tecnología, por ejemplo, en celulares, computadoras, dispositivos inalámbricos y vehículos eléctricos.
El potencial de este mineral lo coloca como un elemento indispensable para el futuro del desarrollo tecnológico en la llamada ‘quinta revolución industrial’ o Industria 5.0, que es la primera en poner la protección del medio ambiente como una de sus prioridades.
De esta forma, el aumento del uso de teléfonos y otros dispositivos inteligentes, así como la visión global ambientalista que apuesta por los vehículos eléctricos para disminuir las emisiones de dióxido de carbono (CO2) en la atmósfera han impulsado un constante crecimiento del mercado del litio y se espera que continúe al alza en los próximos años.
Por ello, el yacimiento de litio ubicado en Bacadéhuachi, Sonora -cuyo anuncio se realizó a finales de 2019 -ha sido objeto de discusión sobre su potencial para el futuro de la economía estatal y nacional. Por ello, me permito hacer cuatro consideraciones fundamentales.
La primera se refiere al proyecto de nacionalización del litio, contenido en la reforma energética presentada por el presidente Andrés Manuel López Obrador. Su impulsor, el senador Alejandro Armenta, argumentó ante el pleno de la Cámara Alta, que el objetivo es lograr que los beneficios se queden en México, pues basándose en el valor actual del litio, este “es 4.5 veces el valor de la deuda externa soberana, que asciende a 11 billones de pesos. Ahí está una respuesta para darle solución al desastre económico que tenemos en nuestro país”.
Pero el delicado debate sobre la nacionalización del litio no solamente debe basarse en cifras de la economía actual. Deben cuidarse aspectos básicos como la conveniencia real del proyecto, es decir, si debe ser o no la nación quien maneje la exploración y explotación del mineral como lo hace hoy en día con el petróleo y con la generación de energía eléctrica a través de Pemex y de la Comisión Federal de Electricidad (CFE). Ante lo que esto implica, siendo serios, profesionales, cautelosos y cuidadosos, ¿considera que el Gobierno de México tendría la capacidad de administrar la exploración, la explotación, el procesamiento y el aprovechamiento del litio a favor de los mexicanos, con un modelo basado en lo que actualmente hacen con Pemex y CFE? Creo que usted tiene una respuesta muy clara.
Por supuesto que en este punto tiene que prevalecer una mentalidad positiva para pensar en cómo sí se puede lograr esto y no en cómo obstaculizarlo. Tiene que existir una coordinación y una asociación en participación entre la iniciativa privada nacional e internacional con el Gobierno Federal y con el Gobierno de Sonora. No tengo la menor duda.
El segundo punto tiene que ver con la estabilidad. Todos los inversionistas, mercados, los mismos gobiernos de este y de otros países, las empresas, los empresarios, los trabajadores y las comunidades, todos queremos estabilidad. Queremos seguridad jurídica. Queremos tener la certeza de que lo que estamos haciendo es lo correcto, tiene bases sólidas y está bien hecho. Por eso, debe definirse cuál será la figura que se utilizará para llevar a cabo esta explotación y extracción del mineral, y no solamente obtener los beneficios que lo anterior implica para la industria energética mundial, sino también los beneficios que deberán quedar en Bacadéhuachi, en la zona de la sierra de Sonora, en todo el estado y, desde luego, en todo México.
El tercer punto para considerar es que vivimos en una democracia. En las democracias se discute, se debate, se analiza, se tienen puntos de vista a favor y en contra, pero también se tiene alternancia. México ha tenido gobiernos del PRI, del PAN, de Morena, y la alternancia seguirá existiendo en los gobiernos estatales y federal. Al haber alternancia también hay cambios de diputados y senadores cada tres y seis años, respectivamente, así como presidentes de la república y gobernadores. Esto significa que siempre tendremos virajes. Lo que en un momento era fabuloso hoy es satanizado, en un proceso continuo que es producto de la misma democracia. Nadie garantiza que, en tres años, sea la misma ideología la que esté en el poder, ni tampoco dentro de los siguientes seis años y así sucesivamente. Esto es algo para reflexionar con seriedad y responsabilidad con el objetivo de dar garantía al desarrollo no solo de un producto, sino de una economía globalizada que demanda estabilidad por los desafíos que representan las nuevas tecnologías.
El cuarto punto, y no menos importante, es que la explotación minera puede dejar grandes beneficios, pero también grandes consecuencias como las afectaciones al medio ambiente. En esta industria se utilizan químicos, explosivos, maquinaria, se depreda la flora y la fauna ocasionando daños irreversibles, y lo mínimo que podrían establecerse son las medidas compensatorias que permitan resarcir dichos daños en las comunidades donde se explota el mineral.
Pero también debe haber beneficios económicos para Sonora como los ha habido históricamente en los estados donde hay explotación de petróleo, como Campeche, Veracruz y Tabasco, donde por décadas han recibido millones de pesos del presupuesto federal y de la venta de petróleo. Ahora le toca a Sonora. Se debe tener una posición federalista y hacer acuerdos entre el actual gobernador, el Dr. Alfonso Durazo Montaño, y el presidente de la república en dado caso de que se lleve a cabo esta nacionalización del ahora también conocido como “el nuevo petróleo”. Esto a efectos de que nuestro estado reciba lo que merece, lo justo, lo que implica en el pacto fiscal que indica que quien genere riqueza, debe repartir riqueza, pero para el pueblo de Sonora.
Por eso, como conclusión, es importante tomar en cuenta varias cosas: pensar antes de actuar, consultar, preguntar, debatir, estudiar, tomar decisiones políticas, pero con argumentos especializados de los científicos, ingenieros, técnicos y expertos en minería. Al respecto, le sugiero ver la videocápsula de Alberto López Santoyo, experto en minería sonorense y director general de Mundo Minero, titulada “La verdad sobre el litio en México” para que pueda darse una idea de lo que sucede con el litio, no solo en México sino en el mundo.
No hagamos de esto una panacea pensando que es magia. No lo es. Es economía, producción, trabajo, impuestos y una serie de elementos a considerarse para salir adelante, porque el mundo y el medio ambiente lo necesitan. En 2030 se estima que habrá 115 millones de vehículos eléctricos en todo el mundo, 106 millones más de los registrados en 2020. Ahí es donde juega un papel importante el litio y Sonora tiene que tomar ventaja, al igual que México, pero de una manera inteligente. Que no gane la política por encima de la economía internacional ni de la tecnología, porque serán estos sectores los que decidan si nuestro estado y país entrarán en la competencia.
Es necesario entender que el gobierno no puede estar en todo. El gobierno no puede ser banquero, petrolero, gasero, ganadero, agricultor, pescador, industrial, comerciante ni minero. No puede estar en todas las actividades. Lo que sí puede hacer es poner reglas, regulaciones, impuestos y todas las condiciones necesarias para que se haga una explotación adecuada, correcta y que beneficie a los sonorenses y a los mexicanos. Así de elemental.