Costa del Pacífico, posible ruta de alimentación de los primeros migrantes al continente americano
Teoría de migración de los primeros pobladores de América a través del Estrecho de Bering. Ilustración: Tercera Vía
El poblamiento de América tuvo lugar luego de que un grupo de humanos cruzaran el estrecho de Bering, justo donde el continente asiático se reúne con Alaska. En términos generales así se ha manejado que sucedió, y es lo que aprendimos todos en la escuela primaria, donde también se nos enseñó que, básicamente, la alimentación de los primeros humanos en América —presentados como carnívoros— sería a base de mamuts y mastodontes, pero no era la única opción posible para aquellos quienes se ubicaban cerca del océano.
Sin embargo, existen distintas hipótesis al respecto de las primeras migraciones. Algunos investigadores han propuesto sucedió en varias “oleadas” (tres, de hecho) y no como un evento aislado. Incluso se señalan diferencias entre las migraciones en el orden de miles de años. Otros han pensado, y es respaldado por estudios genéticos, que también ha sido a través de la costa del Pacífico y del mismo Océano. Sorprendentemente también se ha hablado de migración inversa de América a Asia (Rey, D. y colaboradores, 2011)
No se discute más al respecto del ingreso de las migraciones asiáticas a nuestro continente, sino en qué momento y cómo sucedieron. Las glaciaciones del Pleistoceno habrían impedido el tránsito de las primeras migraciones debido a las grandes capas de hielo. Sin embargo, dado que se han encontrado restos fósiles y líticos en Norteamérica cuya datación es de 12,000 años, cuando aún no terminaba el período glacial como con los Clovis de Nuevo México, y huellas recientemente descubiertas en el parque nacional de “White Sands”, también en Nuevo México y datadas de hace 23,000 años, es necesario pensar que estos quizás cruzaron antes de dichas fechas, posiblemente previo y durante el último máximo glaciar, lo que cierra la posibilidad de que lo hubieran hecho por el interior del continente americano, dejándonos como alternativa viable que lo hubieran hecho por la costa.
Uno de los elementos más importantes a considerar en un viaje de miles de kilómetros de caminata, y los años que esto tomaría, es el alimento. El cómo las personas, además de soportar el frío intenso, podrían haber satisfecho sus necesidades de energía. Pues es justo la costa del Pacífico —en este caso— la que les proporcionaría el alimento necesario.
Un conocimiento común a quienes vivimos en las costas es el constante movimiento de las mareas. Algunas comunidades indígenas aprovechan las mareas más bajas para extraer de los esteros y humedales —que son los cuerpos de agua junto a la costa separados por una barra de arena y una entrada para el agua de mar—, algunos moluscos bivalvos como distintas almejas, callo de hacha (Atrina sp) y otros organismos marinos, todos ellos con un contenido proteico importante. De igual manera, algunas especies de crustáceos, los cuales pasan parte de su ciclo de vida en estas consideradas “guarderías”, que son presa fácil en esteros, lo mismo que algunos peces que quedan atrapados en los humedales.
Prueba clara de lo anterior son las comunidades indígenas Comca’ac en la costa central de Sonora. Aun cuando algunas de sus prácticas gastronómicas ancestrales han ido quedando en desuso conforme se fueron adecuando a la industrializada comida occidental, y con ello la presencia de enfermedades crónicas, en años recientes empezó un proceso de recuperación de dichos conocimientos buscando mejorar la dieta y salud del pueblo Comca’ac.
En el pasado, los Comca’ac utilizaron pastos marinos como cereales, mismos que crecen en aguas someras. Es el caso del pasto de “Zostera marina” de donde se obtiene semilla con la cual se fabrica harina, y con ello alimento. Lo mismo las semillas o tallos de halófitas (plantas tolerantes a las sales) como Salicornia marina (Salicornia sp) también llamada “Espárrago de mar”, que en España ha empezado a extenderse su uso en ensaladas.
Por otra parte, es también sabido el uso de algunas macroalgas en la dieta, tal como sucede en Japón con el alga roja “Nori” y que todos hemos comido en los sabrosos rollos de “Sushi”. Así también del alga “Wakame” para ensalada, y del alga “Kombu” para sopas o guisos. Especies relacionadas de Porphyra sp en el Pacífico americano, que en algún momento los migrantes asiáticos pudieron haber empleado como parte de su alimento en su paso por Norteamérica. Vale decir que, si bien el consumo de algas y pastos marinos no está muy extendido en América, si lo está en Oriente, de tal suerte que los japoneses han desarrollado una flora intestinal que les permite manejar sus niveles de yodo, elemento de las que son ricas estás plantas al ser usados como vegetales en la alimentación.
En las costas rocosas del Pacífico americano, también eran —probablemente— muy abundantes algunos moluscos bivalvos como los mejillones o “choros” (Mytilus sp), como los empleados actualmente en las paellas españolas. Estos forman grandes colonias y crecen en forma silvestre en la zona de marea, donde golpea el oleaje, y que hoy en día siguen teniendo gran demanda por su valor nutricional y sabor.
Es también el caso de otros moluscos gasterópodos muy demandados, como el abulón (Haliotis sp). Todavía en los años 80s, cuando quien esto escribe aún era estudiante de oceanografía en Baja California, extraíamos los abulones de entre las rocas “a nivel de la rodilla”. Son organismos cuyo hábitat son las aguas frías de la corriente de California que bajan desde la Columbia Británica, en Canadá, corriente que ha servido de “carretera” para la migración de las ballenas grises (Eschrichtius robustus) que tienen sus crías en la parte central de la península de Baja California, y que quizás acompañaron a quienes buscaban un nuevo hogar en América.
Por supuesto no se descarta la caza de mamíferos marinos, y terrestres como los osos blancos o sus antecesores que se alimentaban en las costas. Estos también eran opciones de caza para los migrantes asiáticos, tal como lo son actualmente para los indígenas “Inuit” de Alaska y norte de Canadá, a quienes también se les conoce como esquimales. Hasta años recientes, los Inuit continuaban alimentándose de focas y narvales por su alto contenido calórico, lo que les permite soportar las gélidas temperaturas del polo norte. Incluso, varamientos de ballenas podrían haberles servido como fuente de grasa y proteína. Quizás en aguas frías del Pacífico aprovecharon algunas especies de cangrejos (crustáceos decápodos) como las “centollas” (Paralithodes camtschatica), y equinodermos como los erizos de mar (Strongylocentrotus franciscanus) que tienen presencia en aguas someras y de los cuales se extraen las gónadas como alimento.
Finalmente, no podemos descartar en el posible menú de los migrantes la abundancia de aves que pudieran haber sido aprovechadas como alimento fresco. Es el caso de las aves marinas que se alimentan de peces y pequeños crustáceos, además de otros organismos marinos costeros.
Considerando las posibilidades de alimento en la costa del Pacífico americano y la variedad del menú, es muy probable que la ruta hacia el sur del continente haya sido por todo el litoral, al menos hasta pasar los límites de los grandes hielos donde pudieron internarse tierra adentro y cazar animales de la megafauna del Pleistoceno, como los grandes mamuts y mastodontes, mediante el uso de lanzas con puntas de proyectil como las muy reconocidas Puntas Clovis.