
Historias en Kayak: Travesía por el Mar de Cortés
Escrito original de Heraclio Bernal. Incluido en “Historias en Kayak” de Julio César Figueroa, páginas 122-137
Editado por: MC Martín Bustillo Ruíz.

Hace algunos años me inicié en el kayak. No sé por qué, o como inicié con certeza, pero creo que mi gusto por el mar finalmente me llevó a tratar de no depender de motores, remolques y una lista de etcéteras que solo son una batalla.
Cuando descubrí el kayak me atrapó su independencia y vi que sería difícil dejarlo. Me di cuenta que al navegar en ellos sientes como si el bote se convirtiera en parte de tu cuerpo.
Algunos años después decido iniciar un viaje de aventura que me tiene inquieto desde algún tiempo atrás y creo que también a otros kayakistas sonorenses: Cruzar el Mar de Cortés pasando de Isla en Isla hasta tocar tierra en Baja California.
Una vez decidido, pongo manos a la obra, reviso los mapas disponibles y trazo una ruta a seguir. Saliendo desde el Cerro Prieto en Bahía de Kino hasta la Ensenada del Perro en la Isla del Tiburón, ahí sería mi primer campamento y descanso.
El segundo día iríamos de la Ensenada del Perro, bordeando la costa sur de la isla del Tiburón hasta un punto conocido como el Sauzal, así llamado por ser el nombre del arroyo que desemboca ahí, en la misma Isla, este punto me acercará para el siguiente paso, cruzar a la Isla de San Esteban, donde planeo hacer mi tercer campamento en un punto conocido como «El Limantur», donde descansaré para el siguiente tramo.
La Isla San Lorenzo tiene pocos lugares para hacer un buen campo. Me obligará a rodearla por el sur hasta la Laguna Salada que se forma en su parte suroeste ya con vista a la Baja California y de ahí el último brinco, a Punta San Francisquito en Baja California, municipio de Ensenada, una pequeña población dedicada principalmente al turismo y que se formó hace muchos años como un punto de explotación de perlas, al encontrar un banco muy grande de la concha llamada Madre Perla.
Esta pequeña población ahora solo cuenta con un hotel de cuatro o cinco cabañas semi destruidas, una pista de aterrizaje de tierra para avionetas y unas cuantas casas aisladas, principalmente de americanos que van de vez en cuando a vacacionar.
Este viaje no tiene grandes pretensiones, no establecerá ningún récord de distancia o velocidad ni mucho menos, solo es una travesía, un paseo, solo intentarlo vencer mis propios miedos, poner a prueba mi perseverancia, disfrutar de la compañía de mis compañeros de viaje, descansar mentalmente del trabajo y reflexionar, tener tiempo de reflexionar…. a dónde voy, quien soy (o al menos quien creo que soy) y si en mi vida estoy remando hacia el lugar correcto.
Si logro que mis hijos, que ahora son pequeños y quizás a su edad no comprendan con profundidad, algún día en el futuro se pregunten porque su padre realizó este viaje o hacía este tipo de cosas, este escrito les explicará porqué, y espero les ayude a reflexionar que una vez que tengan una meta, si se lo proponen, con planeación, preparación, esfuerzo y coraje podrán realizar cualquier cosa que se propongan.

Para este proyecto me he preparado 3 meses y medio en manos de un entrenador físico, su nombre es Omar Ayón.
Normalmente mantengo mi condición trotando y nadando, pero para este viaje decidí obtener soporte de un profesional de la preparación física. El no conoce del kayak, pero está preparado en alto rendimiento, se comprometió a documentarse sobre este deporte y eso me da confianza.
Empezamos a entrenar, y él se concentra en lo cardiovascular como primera etapa. Poco a poco cambiamos al cardio con fuerza, y comienza a combinarse con pesas.
Entrenar se convierte en un verdadero sacrificio físico y de tiempo. Al terminar el trabajo, a veces muy tarde y cansado, llego a mi casa y tengo que hacer un verdadero esfuerzo para no quedarme en casa cenando y viendo televisión con mis hijos, ayudarles con la tarea o simplemente platicar. La mayoría de las veces tengo solo tiempo de llegar y cambiarme de ropa para irme a entrenar, no importando si estuve todo el día en una máquina lleno de aceite quebrándome la cabeza para resolver algún problema o caminando de un lado a otro viendo diferentes asuntos todo el día.
En fin, se acerca la fecha y sé que estoy obteniendo una de las mejores condiciones físicas de mi vida adulta. Tengo 42 años y sé que mi cuerpo está lejos de responder como hace 20 años, pero no todo es físico, ¿debo admitir que por mi mente pasan ideas cada vez más frecuentes de que pasará cuando vaya solo navegando… ¿y si pasa algo? ¿y si las corrientes? etc… El estómago cada día se siente más extraño cuando pienso en lo que puede pasar.
Para la logística de este proyecto he pensado en que no es posible llevar agua y provisiones suficientes en un solo kayak para todo el viaje. Quizá si fuera acompañado en un grupo, con varios kayakistas, se pueda compartir la carga, pero yo solo, sería demasiado arriesgado y sacrificado solo comer lo que se pesca.
Conozco a una persona en Kino desde hace años que se llama Saúl García, y está dedicado al turismo. Acuerdo con él que en su bote llevará todas las provisiones necesarias para el viaje. Que saldrá una o dos horas después de mi salida en las mañanas, me encontrará, si todo está bien seguirá su camino para esperarme en los puntos acordados previamente como campamentos. Su bote cuenta con radio VHF y consigo un par de radios portátiles para poder tener comunicación con él en caso de emergencia.
Un amigo, el ing. Manuel Gálvez, al cual considero un verdadero deportista y aventurero, me aconseja conseguir también una radiobaliza, la cual es un dispositivo de localización de personas en emergencia. Al comprarla cuenta con un número de identificación única que se registra ante la NOAA (Nacional Oceanic and Atmosferic Administration). Ellos tienen mis datos, y en caso de activarlo, este equipo se mantiene al menos por 24 horas mandando una señal a un satélite. La NOAA contactará a los servicios de emergencia más cercanos en cualquier lugar del mundo donde te encuentres haciéndote en localizable para los radares.
Como compañeros de este viaje, los cuales irán en el bote de apoyo, están confirmados mis compadres Ismael González, alias Capitán Mantarraya, un hombre con experiencia en el mar gracias a que fue pescador y buzo comercial por años, y mi compadre Ricardo Sánchez, sin experiencia en el mar, pero con muchas ganas de vivir la experiencia y documentarla fotográficamente.

La salida
El viaje está programado para partir el lunes 8 de octubre de 2012 del punto conocido como Cerro Prieto en Bahía Kino. El mes de octubre es el mes elegido básicamente pensando en que el clima de nosotros los sonorenses no es todavía demasiado frío y ya no tan caliente.
Mi Kayak es conocido como “Seat on top”, o lo mismo abierto, y me conviene que el agua este templada. Oficialmente la temporada de huracanes termina para Protección Civil el 15 de octubre, entonces las probabilidades de este tipo de fenómenos son bajas. Consultando las tablas de mareas disponibles y el calendario lunar, todo me indica que es una buena fecha, podría salir un día antes, el domingo siete, pero solo por precaución supersticiosa me aguanto al lunes.
El domingo 7 salgo de Hermosillo a Bahía de Kino. Mi familia, hermanos y mi madre María de Pilar Figueroa me acompañan a dejarme y traer mi carro de vuelta a Hermosillo. Me dejan en el lugar conocido como Islandia Marina en Kino Viejo donde he rentado una habitación por una noche.
Hasta el último minuto mi madre no deja de tratar de convencerme de que no vaya, hasta que se da cuenta de que es inútil y me da su bendición. Vuelven a Hermosillo antes de que el sol caiga por completo, y al quedarme solo me doy cuenta que estoy muy cerca de iniciar esta aventura, ahora sí, el estómago vuelve con esas sensaciones que hace tiempo no sentía, los nervios me traicionan un poco, pero a eso vengo, es tarde para echarme para atrás, no hay pretextos.
Mi compadre Ricardo Sánchez me acompaña, y a mi compadre Capitán Mantarraya lo vienen a dejar más tarde. Cenamos cualquier cosa y dormimos para salir muy temprano al siguiente día.
Saúl García nos recoge muy temprano el lunes, aproximadamente a las 4 a.m. Cargamos el kayak y nos dirigimos todos al Cerro Prieto, justo a las 5 am emprendo el viaje. El clima es perfecto, el olor de la mañana en el mar no tiene comparación, las primeras paleadas en el agua y la obscuridad me terminan de despertar y darme cuenta que ya empecé.
Voy por 130 km en el agua, me siento bien, fuerte y sin problemas. Solo veo luces de barcos camaroneros por todos lados. No entiendo que hacen tan cerca de la costa, pero me sirven para no sentirme tan solo. Como no veo el perfil de los cerros de la Isla del Tiburón, decido guiarme solo por la brújula y corregiré el rumbo en cuanto empiece a clarear.
Paso enseguida de un barco. Estoy tan cerca que veo perfecto con las luces del mismo barco a los marineros que trabajan en cubierta, cientos de pájaros vuelan a su alrededor. Estoy seguro que ellos no me ven, a pesar que llevo unas luces “LED” en mi sombrero no parecen observarme. Repentinamente una pequeña sardina salta y cae dentro del kayak, no puedo verla, pero se está moviendo fuertemente en mis pies… ya se calmará.
Al salir el sol veo el perfil de la isla del Tiburón. Amanecer remando en el mar durante este viaje es algo con lo que había soñado varias veces antes. Alcanzo a distinguir los inconfundibles cerros picudos de la Ensenada del Perro y afortunadamente me encuentro en buen rumbo, no hay necesidad de corregir demasiado.
Después de descansar un par de veces me empiezo a preocupar que el bote de apoyo no aparece. Ya voy para tres horas remando y yo esperaba verlos en la segunda hora máximo, la isla cada vez está más cerca, empiezo a bromear en mi cabeza que voy a llegar primero que ellos.


Cuatro horas de viaje fueron suficientes para cruzar de Kino a la Ensenada del Perro, aproximadamente a 30 km. Afortunadamente, fue mejor tiempo del planeado. El bote de apoyo no llegó, estoy solo en la Isla, empiezo a llamarlos por el radio y no contestan, no tengo sombra y el sol comienza a apretar. Protejo el Kayak lejos de la orilla y me dispongo a buscar un punto alto para tratar de comunicarme por radio, lo logro, pero no hay respuesta.
Dos horas solitario en tierra y por mi cabeza empiezan a pasar diferentes ideas de qué sucedió, desde que el motor falló hasta que se pelearon antes de subirse al bote y no vienen. Conforme pasan las horas las ideas de qué pasó son cada vez más locas.
Busco refugio de sombra en una pequeña capilla construida en la ensenada. Pero como es demasiado pequeña para meterme dentro, le busco sombrita por los lados. Trato de dormir acomodándome entre las piedras, pero son muy filosas o yo ando demasiado sensible.
No puedo más que cabecear un poco y llamar de vez en cuando por radio. Ya estoy pensando en racionar la poca agua que llevo y pienso en descansar un poco para ver a qué horas voy a regresar remando a Kino, ¡en eso me llaman ellos a mí por radio! Me dicen que ya están cerca, llegan muy campantes como si nada, un barco de la Marina estaba ocupando la rampa de playa Estela cargando diésel y no los dejaba salir. Igualmente habían salido bien tarde y ya venían haciendo teorías sobre si yo había agarrado para Guaymas o a Puerto Libertad, pero no podía haber llegado a la Ensenada del Perro sin su ayuda, y yo maldiciendo para mi interior. No quise decir nada, no iba a empezar el viaje peleando.
En el primer campamento snorkeleamos algunas almejas “chocolatas”, uno que otro callo de hacha y comimos muy bien. Por la tarde limpiamos un kilo de frijoles que Saúl se puso a cocer en la noche, muy buenos, todo sale bien, descanso perfecto y me preparo para el siguiente día.

Muy temprano en la mañana me preparo para salir hacia el Sauzal, el cual será el segundo campamento, un par de sándwich de crema de cacahuate con mermelada, mis vitaminas, lleno de agua las botellas que llevo conmigo, preparo el kayak y a remar, empieza a aclarar.
Desde que salgo el mar está bastante agitado y el viento del sur esta más fuerte de lo que esperaba. Deben ser los últimos vientos Sur del Verano, las olas son bastante altas, estoy en una punta donde normalmente el mar se pone más bravo.
Entre las olas veo mi primer animal grande, una caguama saca la cabeza a solo un par de metros de mí, nos vemos a los ojos y no sé quién se asustó más, se alcanza a meter justo antes de golpear con la proa del kayak.
Las olas son tan altas que al llegar al lugar conocido como» la pasadita» me cuesta trabajo buscar la oportunidad de girar para tomar el rumbo sin que las olas me tomen de lado. Una vez que lo logro las olas me llevan de popa y me aceleran bastante afortunadamente en la dirección que llevo.
Atravieso varios cardúmenes de peces «jureles» comiendo, otro de «barriletes» y otro de «sierras». La ventaja del kayak es que no me sienten, y prácticamente paso por encima de ellos y los veo saltar tan cerca que literalmente podría tocarlos.
Otra caguama se atraviesa en mi camino, esta vez más lejana, pero la alcanzo a ver perfecto. Estoy navegando a unos 500 metros de la costa de la Isla y estoy entre la isla Turner o también conocida como “Dátil” y otra isla pequeña conocida como el Choyudo por la gran cantidad de cactus que la habitan.
Me alcanza el bote de apoyo cerca de la Isla del choyudo, se acercan lo suficiente para escucharnos, todo va bien. Me dicen que se van a parar a preparar café en el punto conocido como los «Corralitos». Este lugar lo conozco bien, es una bahía grande que tiene pequeñas pero muy bonitas ensenadas, protegidas de los vientos y de aguas muy calmas.
En esta bahía, pero del lado contrario, está el punto conocido como «Las Cruces» donde se encuentra un campamento de soldados del Ejército Mexicano. Los veo alejarse, el mar ahora está más tranquilo y navegable, no mucho, pero mejor que en la mañana y me doy cuenta que lo que para mí son olas difíciles para el bote no significan gran cosa, en fin…. me dirijo a los Corralitos pensando en el café prometido.
Llego a la primera ensenada de los Corralitos y empiezo a descansar de las olas. Veo a mi compadre Ricardo filmándome desde un pequeño cerro, sumo la panza y me pongo derecho, tengo que salir bien en las fotos, si algún kayakista llegara a ver el video, no quiero que me critiquen la técnica. Duró así como tres minutos, pero ya no puedo fingir, ¡que salga como sea!
Doy vuelta a otra ensenada y ahí está el “Starbucks”. Me reciben con mucho gusto y me dan ánimos para seguir, todos muy contentos. El pequeño descanso de 15 min me cae muy bien. Un café y un par de galletas oreo me fortalecen enormemente cual «desayuno de campeones». Partimos, y justo al salir donde no hay olas y estoy a un metro de la orilla casi pierdo el equilibrio, mi compadre Mantarraya me observa y no dice nada, sé que no le di mucha confianza….
Salieron rápido en el bote, y el Capitán Saúl García me empieza a gritar instrucciones, ya con el bote caminando y yo remando, asiento con la cabeza, pero en realidad no le entendí nada.
Paso «Las Cruces» y alcanzo a ver el campamento de soldados y algunos de ellos afuera, deben estar bien aburridos. Sigo rumbo a la «Sierra Alta». Esta es una sierra que sale de la isla del Tiburón muy bajita y conforme se acerca al mar va ganando altura, de tal forma que termina en un acantilado con cara al Mar, un lugar muy conocido por pescadores, siempre que la paso busco los cimarrones en los acantilados, hoy no me ha tocado verlos.
Estoy cerca ya del final del segundo recorrido, y alcanzo a ver el bote a lo lejos, parecen estar pescando. Me comunican que ya están ubicados frente al lugar del campamento del Sauzal, me animo de saber que ya estoy cerca, pero la corriente empieza a estar en mi contra y se encarga de bajarme los ánimos, empiezo a batallar por primera vez en este viaje contra la corriente.
Al llegar al fin al bote ya ubicado a escasos 500 metros frente al Sauzal, las olas no me dejan acercarme mucho. Ellos justo terminan de pescar y se dirigen al campo, trato de seguirles el paso rápido, animado por el final me descuido, una ola me toma de lado y me tira al agua. Esta maniobra la he practicado muchas veces y conozco la técnica para subirme, sin embargo, no puedo evitar un poco de nerviosismo.
Realmente es la primera vez que caigo de verdad y no simular que caigo para practicar. Volteo el kayak, me dirijo a la popa y me subo, en eso estoy cuando otra ola me vuelve a tumbar, otra vez el nerviosismo, pero un poco peor, repito la maniobra y esta vez me logro equilibrar y remar otra vez, el bote de apoyo me observa a lo lejos, seguro están divirtiéndose.
El campamento del Sauzal es probablemente el mejor montado de todos. Una buena sombra, unos huevos con machaca que hacen de desayuno y comida, unos chocolates y un baño con una regadera Coleman que me regaló mi hermana Yolanda hace un montón de años y que nunca había usado, ¡Cómo me sirvió esta vez!
Pasan las horas, ya tengo la casa de campaña lista, ¡estoy bañado y comido! me siento tan bien que me voy a cortar leña aprovechando que los compañeros salieron otra vez a pescar.
Unos soldados los interceptaron cuando estaban por salir, pero no pasa a mayores, no creo que nos confundan con narcos, ¡aunque los compañeros tienen la finta no creo que los narcos pongan banderas de México tan grandes en el Campamento!


La caída del día anterior ha logrado quitarme confianza, demasiada diría yo, no esperaba sentirme tan inseguro esta mañana, de El Sauzal a la Isla de San Esteban es el primer cruce que considero de riesgo importante y el mar se ve cada día peor.
Desde tierra veo las olas levantarse en el horizonte, pero no hay vuelta atrás. Salgo al amanecer, creo que son cerca de las 5:40 am, en cuanto salgo siento el mar lleno de «contrastes». No logro distinguir la dirección de las olas, unas van, otras vienen y algunas se levantan justo delante mío como si se crearan de la nada, es literalmente como estar montado en un Toro Mecánico, empiezo a remar corto y rápido solo para mantener el equilibrio, así paso la primera hora.
Poco a poco el oleaje comienza a tomar forma, esto me permite navegar mejor y avanzar más, puedo remar más largo y comer distancia, las olas siguen bastante grandes, no me dejan tranquilo y las vigilo constantemente, el tiempo para reflexionar que esperaba no ha sido posible.
El bote me alcanzó, y batallaron para verme debido a las olas, pero yo los escuché a ellos, bueno al motor, y gracias al radio me encontraron. De no ser por el radio hubieran pasado de largo, quizá ellos no reflexionaron en eso, pero yo sí, el apoyo del bote es algo realmente esencial en caso de necesitarse.
Pasan las horas, isla San Esteban está cada vez más cerca, el viento Sur sigue muy fuerte. El bote me está esperando unos 5 km antes de llegar a la Isla, llego con ellos y decidimos que el viento sur no nos dejará acampar en «El Limantur», tendremos que ajustar el plan y rodear la isla por el norte para protegernos del viento, y acampar en un pequeño campamento al noroeste llamado San Pedro.
Esto significará al menos 7 km más de remo, pero será más seguro y cómodo para todos, pero para lo cansado que vengo esto son «malas noticias». La Isla San Esteban tiene una población enorme de lobos marinos, es increíble la cantidad de sonidos diferentes que puedes escuchar cuando hay tantos juntos.
Estoy cerca, la protección de la Isla me permite relajarme, hablo por radio e invito a alguien a que reme conmigo el último par de kilómetros. Mi compadre Mantarraya aceptó la invitación, baja del bote y toma el segundo kayak que llevamos en la embarcación, pero lo único con lo que baja es con una botella de ron Capitán Morgan que vaciamos en el agua que me queda en las botellas. El cruce a San Esteban está en la Bolsa.


En San Esteban el lugar para acampar es muy estrecho, como una cueva, y ocupado por lobos marinos, les invadiremos su espacio por una noche.
Mi compadre Mantarraya se pone a preparar un par de cabrillas sardineras que sacaron en el camino, en papel aluminio, mantequilla y algunas especies más. Salieron deliciosas, y aprovechando las brasas amasé un poco de pan en un sartén con tapadera enterrado en la grava de la playa, a manera de horno. Con mermelada y recién hecho, fue un buen postre.
Esa tarde el Capitán Saúl García se sintió mal, lo «chipiliamos» un poco y preparamos unos plátanos machos fritos con mantequilla, azúcar y crema para la cena. Como verán la alimentación en este viaje no fue un problema.
Junto con nosotros llegaron unos muchachos pescadores de Kino, traían compresor para buceo y acamparon un rato cerca de nosotros. No sé qué fumaban con exactitud…pero el olor era fuerte y parece que les dio mucho sueño. Durmieron un rato, fumaron otro poco y se fueron, parece que no les gustó tenernos cerca, no los culpo… miré y observé unos segundos a mis compañeros… probablemente yo hubiera hecho lo mismo.
El siguiente día es el cruce considerado para mí como el más peligroso. Es el único trayecto que le he pedido al equipo que nos mantengamos siempre a la vista, mi cuerpo está bien, logro recuperarme durante los períodos de descanso, pero ya mis manos empiezan a tener demasiadas heridas y ampollas, a pesar de los guantes, casi no las puedo cerrar porque los dedos están inflamados, lo demás de mi cuerpo está bien.
Salgo temprano para el penúltimo trayecto. Me siento fuerte y he recuperado la confianza, a decir verdad, el campamento de San Pedro era un poco tétrico y me alegra dejarlo, quizá por lo reducido del espacio o quizá por todos los ratones y ratas que estuvieron merodeando el campo.
Igual le dimos una muy buena limpiada de basura de anteriores campamentos que recogimos en nuestra lancha… lo dejamos mucho mejor que como estaba.
Esta mañana el mar es lo más malo que he visto en mi vida. Cada día ha sido peor que el anterior, las olas son muy grandes desde que salgo. La lancha sale justo detrás de mí, las olas nos hacen perdernos de vista constantemente, estas olas son peligrosas incluso para ellos.
Continuamente tengo que desviar el curso para poner mi kayak de punta a las olas más grandes. Tengo que remar 2 a 3 veces para alcanzar la cresta y bajar, según calculamos después eran olas entre 2.5 y 3 metros de altura.
Navegar olas de ese tamaño me tenía nervioso. El viento ya no es sur, ha cambiado a noroeste, el primero del invierno o del cambio de clima, vigilo con mi ojo derecho constantemente las olas más grandes. Cuando estas vienen puedo escucharlas rugir, literalmente se escuchan rugir y no estoy exagerando, ese rugido me pone más nervioso, pero me empiezo a acostumbrar y es mi alarma sonora.
Estoy haciendo una curva muy grande para mantener el rumbo. Cada ola tengo que pelearla y cuando volteo atrás rumbo a San Esteban, mi punto de partida, me parece que no avanzo nada, la mente me empieza a traicionar.
Durante el recorrido, veo un tiburón que viene dentro de una ola en dirección contraria a mí, voy escalando la ola y el viene dentro, es largo, quizá un poco más de la mitad de mi kayak (14 pies) pero delgado. No reconozco la especie, aunque no tuve tiempo de disfrutarlo. Mi preocupación por las olas es mucho mayor.
Después me enteré que mis compañeros desde el bote observaron otros 2 tiburones en la misma zona. Según Saúl es un cardumen que va viajando de salida junto con el verano que se acaba.
Fueron 6 horas continuas de remo, sin oportunidad de un solo descanso, ni siquiera para tomar agua, sabía que el más pequeño descuido en esas condiciones me podría haber costado la vida. Llegar a isla San Lorenzo fue uno de los logros más satisfactorios, creo que nunca me había cansado y estresado tanto, doy gracias a Dios de haber llegado con bien.


En la isla San Lorenzo, me siento realmente bien. El objetivo está cerca, el último paso es el más corto de todos, no quiero sentirme victorioso antes de tiempo, pero ya «medio casi» como diría mi hermana Yolanda.
Juntamos pitahayas, muy grandes y vistosas, pero no tan dulces como las de tierra firme, la planta es más parecida a una Cina, pero la fruta es más grande.
Descansamos mucho y comimos un plato de caldo cocido de primera clase, otro baño y algunos tragos para relajar, caminamos hacia la laguna salada, y también en otras direcciones.
Encontramos un lobo marino recién muerto, el cual tenía una mordida pintada, tal cual como cuando mordemos una galleta, que le arrancó medio cuerpo. Los dientes triangulares del tiburón son inconfundibles, parece muy fresco. No sé cómo alcanzó a llegar a la playa con solo medio cuerpo o si la marea lo sacó, por el tamaño de la mordida debió ser un tiburón muy grande.
Duermo perfecto. Al otro día, cuando volvía de mi caminata matutina cuyo objetivo no tiene caso mencionar, al volver al campamento, a unos 300 metros de distancia alcanzo a ver una gran aleta negra saliendo del agua, observo bien y es una gran orca, enorme, que al estar tan cerca de la playa saca prácticamente medio cuerpo fuera del agua.
Es increíble que estos animales no varen como cualquier ballena. Empiezo a correr hacia el campamento para avisar a mi compadre Ricardo, quien está en la playa, que la filme pero no logra escucharme. Cuando llegué, tomó la cámara de video, pero solo alcanzó a filmar un par de chorros de agua de sus resoplidos, que por cierto al revisar el video ni siquiera los chorros se alcanzan a ver…. una lástima.
Esta última travesía es un regalo de Dios, parece que ya me perdonó. Me acompañaron no sé cuántos delfines durante el trayecto, me pasaban por un lado y veía claramente sus ojos tratando de observarme, son muchos y muy acrobáticos, parecen unos cachorros esperando que les tires una pelota para jugar contigo.
El mar no es perfecto, sigue el viento noroeste, pero no es nada comparado con el día anterior, Baja California está cada vez más cerca.

Muchos me han preguntado cómo me fue, que vi, etc. pero muy pocos me han preguntado ¿Por qué?
Por qué no es complejo, este viaje no trató de demostrar proezas físicas, ni habilidad o valor, se trata solamente de objetivos y metas cumplidas, de mostrar que, si nos proponemos algo, lo planeamos y nos preparamos lo vamos a lograr.
Es algo personal y mis hijos, que quizá ahora digan «que loco está el viejo”, leerán esto y entenderán que solo trato de mostrarles eso, que les sirva para comprender que uno debe vencer sus miedos, tomar decisiones, ser capaz de ajustarte a las diferentes circunstancias que se te presenten y disfrutar… disfrutar al máximo lo que estás haciendo.
El día a día te puede absorber totalmente y hacerte pensar que no tienes tiempo para nada, no debes olvidarte de tus sueños, de quien eres en realidad y que disfrutas hacer.
Debes despertar, y buscar esos objetivos, esas metas o sueños y trabajar en ellos hasta lograrlos.
