
“Aventura a la Baja”: Una intrépida aventura en el Mar de Cortés
En portada: Buceando en la Isla de Tiburón, primer día
Escrito original de Fernando Robles Porras.
Publicado en el Libro “Historias en Kayak” de Julio César Figueroa Terán
Entretenidas anécdotas de varios compañeros de aventuras, quienes reúnen sus historias en una narrativa muy sencilla e interesante de sus propias vivencias contadas por ellos mismos.
Editado por: MC Martín Bustillo Ruíz. Imágenes de: Oceanólogo Marco Valdez Noriega.

Participantes de esta aventura:
Fernando Robles Porras, Marco Valdez Noriega, José Ulloa “El Maza”, agosto de 1993.
Fernando Robles Porras no pensaba participar de la expedición, si acaso como apoyo en tierra. Marco Valdez, compañero suyo de natación de varios años, además de haber sido su maestro y compañero de buceo de fines de semana, les había compartido que estaba planeando un recorrido en Kayak por el Golfo de California.
Al perder su vuelo uno de los tripulantes originales, quienes venían de la Baja, entonces se dio la oportunidad de que los acompañara. Fernando jamás había navegado en Kayak hasta esa ocasión. Cuando faltó tripulación y fue invitado, pensó, ¿Qué es lo peor que pueda pasarnos?

Día 1
La expedición partió frente a la parte norte de la isla Tiburón, de la “Punta Sargento”. Llevaban como primer destino la isla más grande de México. Un primer trayecto corto que les resultó relajado y donde bucearon por comida que resultaron ser mejillones o choros. Continuaron bordeando la isla Tiburón hasta quedar de frente a la Baja donde acamparon.
Si bien llevaban un radio de onda corta, y previamente habían acordado tener comunicación con un radioaficionado en la Baja California quien contaba con una antena que cubría la zona, dado la “sombra radial” que antes les hacía la isla, no lograron entablar comunicación hasta quedar de frente a la Baja.

Día 2
Con mucho ánimo y fuerza pusieron rumbo a la Baja. Primero, llegaron a una pequeña isla recubierta de guano, de poca vegetación y curiosamente un “ojo de agua” señalan, posiblemente isla Patos al norte de isla Tiburón o isla Rasa al sur de la isla Ángel de la Guarda, ambos santuarios para las aves marinas, y zonas de reproducción y descanso. La segunda ya forma parte del estado de Baja California. Ahí descansaron poco tiempo para continuar su viaje.
Todo ese día remaron, debieron comer en el camino y pernoctar en el mar. Amarraron juntos los Kayaks, luego bromearon y pudieron descansar. Dejaron como precaución alguien de guardia turnándose, especialmente para “avisar” a las ballenas -mediante golpes de remo- sobre su ubicación. Se guiaban con las estrellas del horizonte.
Día 3
Este día vieron aletas de tiburones, pero como no se acercaron a las embarcaciones no se asustaron. Desde temprano la tierra se veía “cerca”, incluso veían la vegetación y piedras, pero por más que remaban no parecían acercarse mucho. Fue entonces que empezó su desesperación. Para su mala fortuna una tormenta se acercaba y decidieron amarrarse para no separarse. Las olas eran muy grandes, aunque no reventaban, y debieron soportar el inclemente viento.
Después de la tormenta, que no pasó a mayores, lograron desembarcar. Ya en las piedras durmieron hasta que el hambre los despertó. Fernando, salió a bucear frente a la isla sin encontrar alimento, no se percató que había tiburones en el área, y de lo cual sus compañeros estaban preocupados reclamándole airadamente a su regreso.
En ese punto, la tripulación completa incluyendo al líder de la expedición Marco, no sabían dónde estaban con precisión. Para su suerte un barco pesquero se detuvo a auxiliarlos. Les ofreció ayuda y les informó de su paradero ofreciéndoles de comer a todos. Durante la comida, los marineros del barco apenas podían creer que venían remando desde Sonora. Hasta llegaron a pensar que eran piratas de los que asaltan mientras están pescando, notaban su miedo.
En ese momento ya les quedó claro su ubicación. Estaban en la punta norte de la isla Ángel de la Guarda, la segunda más grande de México, ya en la península de Baja California. Pero seguramente no era el plan llegar por la parte norte de dicha isla, se habían desviado y mucho. El Patrón del barco les comentó que pudieron haberse pasado la isla, haciendo muy difícil sino imposible tocar tierra debido a las corrientes arremolinadas de la zona. Regresaron a tierra y el barco siguió su camino.
Luego de ello, decidieron emprender el regreso a la ruta original. Así las cosas, enfilaron rumbo al sur de la isla Ángel de la Guarda costeándola. Cuando encontraron un mejor lugar para descansar bajaron y acamparon.

Días 4 y 5
Todo el trayecto bordeando la isla Ángel de la Guarda en dirección sur, fue una travesía muy tranquila. Solo vieron un campamento de pescadores. Cuando paraban, pescaban con anzuelo y salían a asar el pescado. Así continuaron hasta llegar a la punta sur de la isla Ángel de la Guarda, donde volvieron a tener comunicación con la radio de onda corta, ya sin la “sombra” de la isla referida. Sus amigos estaban muy preocupados pues no habían sabido de ellos en varios días y sobre todo por la tormenta que pasaron.
Día 6
Continuaron la navegación por la región de las grandes islas de la Baja California hasta llegar a la ruta original. “En el trayecto vieron 4 aletas formando un cuadrado, eran 5 a 6 pulgadas que sobresalían del agua, y estaban inmóviles, cuando se acercaron se sumergieron, no tenían seguridad que especie eran”
Llegaron a un islote con un gran número de lobos marinos. Estos cuidaban a sus crías y se espantaron, por lo que debieron continuar su camino hasta llegar a una isla, parte de la ruta planeada. El problema se presentó cuando debieron enfrentar el problema de dicho canal, llamado desde los españoles de la colonia como “Salsipuedes” y situado entre la isla San Lorenzo y la Baja California, con fuertes corrientes dirección norte donde se forman remolinos que dificultan la navegación, de hecho, es peligroso. Este canal continúa entre la isla Ángel de la Guarda, ubicada al norte de isla San Lorenzo, y la Baja donde recibe el nombre de canal de Ballenas. Después de analizarlo, decidieron no cruzar el canal. Se habían retrasado mucho en su planeación por varios días. Estaban faltos de comida, sin provisiones, y muy cansados para poder hacerlo.

Lamentaban que podrían haberlos recibido en alguna playa de la Baja, aunque sin tener seguridad de ello, ya que no podían comunicarse con ellos. No hubo consenso entre el grupo, el líder Marco deseaba continuar a la Baja, no así el resto del equipo “Maza” y Fernando, quienes finalmente lo convencieron para mejor regresar a Sonora. Es justo mencionar que sí habían estado esperándolos en la Baja y con preocupación. Una vez llegando a Hermosillo, Marco logró comunicarse, y lo confirmaron.
Continuaron navegando al sur, hasta encontrar la Isla Partida. Ahí pensaron pernoctar, pero no encontraron más que una gran roca emergiendo del mar dividida ciertamente en dos pequeñas islas. No muy lejos encontraron otro islote, donde afortunadamente pudieron bajar, con rocas grandes donde se aprestaron a dormir, sin embargo, no encontraron leña para hacer una fogata, hacer comida y espantar los mosquitos conocidos como “jejenes”. Estos últimos no los dejarían dormir, además que en marea alta pensaron quedarían sumergidos, por tanto, decidieron navegar nuevamente hacia Sonora. Por la noche amarraron las embarcaciones entre sí, y continuaron remando.


Unos dormían otros hacían guardia. En eso, Marco señaló una aleta de tiburón que se acercaba en dirección al “Maza”, quien solo en el kayak hacía la guardia. El tiburón avanzó perpendicularmente hacia el Kayak para sumergirse ya muy cerca de este. Luego escucharon el golpe del mismo en el Kayak de Maza. Al no regresar el escualo, interpretaron que no le había interesado no encontrándolo comestible.
Posteriormente, esa misma noche, y cuando se hallaban divagando sobre la existencia de extraterrestres, escucharon unos chapoteos. Se acercaban a ellos y eran muchos. Era algo saltando fuera del agua, pero no escuchaban el resoplido de la respiración de mamíferos marinos como delfines o ballenas. Tan de súbito como aparecieron desaparecieron, no sin antes haberles pasado debajo, sintiéndose y escuchándose un “ulular” pero sin lograr verlas o identificar que eran. Probablemente una especie de grandes mantas conocidas como “móbulas”, las cuales saltan fuera del agua en grandes grupos y propios del Mar de Cortés.

Día 7
Al amanecer del séptimo día enfilaron rumbo a la isla del Tiburón. Los tres tripulantes ya se encontraban muy cansados resintiendo los estragos del largo viaje. Tanto, que sin representar un trayecto más largo que el que habían realizado de ida hacia la Baja, lo sintieron aún más pesado ya que estaban con poca agua y comida, al grado que debieron racionarla. Sentían cansancio, hambre y sed, pero no les quedaba de otra más que seguir remando. Sentían que morían con cada “palada” del remo.
Debieron darse fuerza entre ellos, recibiendo cálidas palabras de aliento y motivación de Marcos, líder de la expedición. Aprendieron que no debían imponerse límites y salir adelante. Siguieron remando. Cerca de la isla del Tiburón sintieron desfallecer al no llegar (al igual que anteriormente cuando se aproximaban a la Baja), esto por más que luchaban y remaban. Fue entonces cuando se derrumbaron. Maza dijo que ya no podía más, que dejaría de remar, y se dejaría morir del cansancio. En su caso la motivación fue distinta. Su compañero Fernando Robles, – con brusquedad y rudeza- le dijo que se aventara al agua para él poder seguir adelante, a lo cual sorprendentemente José Ulloa “El Maza” retomó nuevos bríos, enderezándose en la embarcación, lográndose el mismo resultado, aunque con otro método al usado antes con él mismo.
Optaron entonces por turnarse para remar. Cada cinco minutos uno descansaba (dormitaba) y el otro remaba, obteniendo mejor rendimiento de esa manera, superando incluso la otra embarcación donde iba Marco, quien en ese trayecto navegaba solo, esto hasta llegar a la isla donde debieron esperarlo. No había donde desembarcar, solo encontraron paredones. Marco llegó muy cansado y hasta enojado por haberlo dejado atrás, solo.
Ya en la isla del Tiburón sufrieron mucho calor. Era pleno agosto. En realidad, todo el viaje por el Mar de Cortés sintieron calor, pero en Sonora es calor extremo y sofocante, con una marcada diferencia a la travesía.
Se había acabado la comida, el agua seguía racionada. Solo dejaron un poco más de agua para Fernando Robles, quien padecía de migraña y para no detonarla. Ya costeaban la isla del Tiburón. Lograron avistar venados pastando tranquilamente en el borde de la isla. Tan cerca estaban, que cuando le avisaron a Marco sobre estos, los venados se asustaron y corrieron. Al continuar, encontraron una pequeña playa entre los grandes paredones, donde desembarcaron para quedarse dormidos bajo unos peñascos que les daban sombra y quitaban el calor sofocante de Sonora.
Navegaban rumbo al sur bordeando la isla del Tiburón para quedar de frente a Bahía de Kino. Navegarían así por otro día, hasta encontrar un campamento de pescadores. Alegremente pensaron encontrar agua y comida, pero estaba solo una persona en el campamento. Este, al parecer estuvo solo por varios días, y al verlos intentó subirse a los kayaks sin más. Estaba muy desesperado, más que la tripulación. No encontró como subirse, tampoco quisieron subirlo por cómo este se encontraba al borde de la desesperación.
Ya en el campamento les platicó que tenía mucho tiempo solo. Que estaba cuidando el campamento. No tenía agua ni comida desde hacía semanas. Defendió a su patrón, excusándolo por las tormentas que no habría podido ir a reabastecerlo. La tripulación de los Kayaks le prometió darían parte en Capitanía de puerto para que fueran a rescatarlo. Ya más calmado, el pescador les ofreció agua que había captado de las lluvias, y tortillas duras que no aceptaron para no dejarlo sin agua y comida, pero agradeciéndole el gesto
Continuaron navegando hasta encontrar donde acampar. Se acercaba una tormenta, y se refugiaron. Fue donde lograron establecer nuevamente contacto por el radio de onda corta. Les dijeron que estaban organizando una expedición para ir a rescatarlos. Marco, con autoridad y para no arriesgar a sus amigos, les dijo que no fueran por ellos con la mar tan agitada, que ellos estaban bien, que estaban en tierra.
Día 8
Siguieron costeando la isla del Tiburón hasta ponerse de frente a Bahía de Kino. Ya se observaban algunas playas. Marco encontró un esqueleto de delfín, ya putrefacto, cuya cabeza quiso llevarse de souvenir a su casa.

Este día vieron una embarcación que se aproximaba, la cual redujo la velocidad y se acercó a otra panga. Alcanzaron a observar que alguien se había pasado de una a la otra. Resultaron ser sus amigos quienes, pese a las advertencias de Marco, habían decidido ir en su búsqueda. No los habían encontrado desde el mar, ya que no los vieron entre las piedras donde estaban refugiados de la tormenta.
La embarcación era de un Señor Benavides. Este se había ofrecido con su lancha para hacer el rescate, financiado por uno de los hermano de Fernando Robles. Cuando por fin abordaron la embarcación de búsqueda, se abalanzaron sobre la comida naturalmente, al menos Fernando Robles. Los kayaks se amarraron a la embarcación y emprendieron la marcha rumbo a Bahía de Kino.

Los de la embarcación de rescate, cuando los buscaban, habían encontrado al pescador en el campamento, quien se montó rápidamente en ella acompañándolos. Les refirió que había visto pasar las “panguitas amarillas con huecos” donde estaban sentados. Este los acompañó a buscarlos. Al llegar la noche, anclaron y desembarcaron. Al despertar con marea baja observaron que estaban encallados. Debieron entonces esperar a que subiera nuevamente la marea para volver a navegar y continuar la búsqueda. Luego vieron a otra panga, y al ser el patrón del pescador, este último saltó al agua sin saber nadar. Le llevaba provisión.
Cuando iban de regreso a Kino, el kayak de Marco viró perdiendo la cabeza de delfín que llevaba. También vieron un gran lobo marino. Ya más cerca de la playa observaron que estaban sus amigos y familiares de Fernando, por lo que decidieron bajar de la lancha para mejor llegar en Kayak. Al regresar los padres de Fernando de un viaje a Chihuahua, apenas llegando se enteraron que estaban perdidos en el mar, no sabían siquiera que participaría en la expedición a la Baja.

Para su mala suerte, cuando su mamá -junto a su tía- fueron a Capitanía de Puerto en Kino a investigar de ellos, les informaron que ya habían encontrado los tres cuerpos, que ya venían en camino. La señora nunca creyó que se tratara de su hijo y de sus compañeros de excursión a la Baja, y pronta se fue a averiguar más, encontrándose un grupo de personas que resultaron ser los amigos de los kayakistas quienes los esperaban en la playa. Les tocó verlos bajar de las embarcaciones. Los cuerpos sin vida eran de pescadores que habían perecido con las tormentas de verano.
FERNANDO ROBLES PORRAS
JOSE ULLOA “ EL MAZA”
MARCO VALDEZ NORIEGA
AGOSTO 1993
Editado por M.C. Martín I. Bustillo-Ruiz de:
Figueroa, J. (2020) Historias en kayak. Pág. 8
Disponible en: www.amazon.com.mx/Historias-en-Kayak-Antolog%C3%ADa-Relatos-ebook/dp/B08D9QDMHN
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May 12, 2022[…] posteriormente por quien esto escribe en la revista “Sonora Star” el pasado 7 de abril 2022 (https://sonorastar.com/2022/04/07/aventura-a-la-baja-una-intrepida-aventura-en-el-mar-de-cortes). Fernando da cuenta de situaciones que se presentaron durante la travesía, la cual, si bien no […]