Los alcances del megaproyecto del Tren Transístmico y Corredor Interoceánico
Por: Luis Fernando Heras Portillo
Desarrollador de negocios turísticos, comerciales e industriales.
Los grandes proyectos de México es uno de los temas recurrentes que considero importante analizar porque creo que es necesario tener los elementos y argumentos que nos permitan no solamente conocer todos los ángulos de una obra, sino también tener los elementos de juicio para poder valorar el desempeño de un gobierno o de un gobernante, pero sobre todo para saber hacia dónde va o debería ir nuestro país.
Por ello, hablar de proyectos no es solo es hablar de obras materiales por sí mismas, sino la trascendencia y el impacto que pueden tener en la economía, en la política, en la sociedad y en las comunidades en donde se están llevando a cabo.
En esta ocasión quiero referirme particularmente a un proyecto que, en mi opinión, es uno de los más valiosos y trascendentales que tiene México en este momento. Es un proyecto que conozco, que sé de sus dimensiones y que tiene un gran sentido de visión de corto, mediano y de largo alcance para toda una región de México y del extranjero: el Corredor Interoceánico del Istmo de Tehuantepec, o Corredor Transístmico.
Como su nombre lo indica, se trata de un proyecto cuyo propósito es conectar los océanos Atlántico y Pacífico a través de una ruta de transporte ferroviario de 200 kilómetros que une a los puertos de Coatzacoalcos, Veracruz, y Salina Cruz, Oaxaca.
De acuerdo con el Gobierno de México, se busca aprovechar las oportunidades que ofrece la ruta, y al mismo tiempo impulsar el desarrollo integral de la región del Istmo de Tehuantepec —integrada por 79 municipios— a través de una plataforma de logística que preste los servicios de administración portuaria y su interconexión. Recordemos que el Istmo de Tehuantepec es la zona geográfica comprendida entre los estado de Veracruz, Tabasco, Oaxaca y Chiapas, y es la franja más angosta de México entre los océanos Atlántico y Pacífico.
El proyecto ya está en marcha. En junio del 2019 se creó el Corredor Interoceánico del Istmo de Tehuantepec (CIIT), organismo público descentralizado, con personalidad jurídica y patrimonio propio. Desde entonces, camina a “jalones y estirones”. En junio de 2021 se reportaba un avance del 48% de la obra, y se espera que esta culmine al cierre de 2023.
Para 2022, se considera un presupuesto de 10,646 millones de pesos para las entidades involucradas en el Programa para el Desarrollo del Istmo de Tehuantepec, en parte, para la rehabilitación de vías férreas para carga y pasajeros, la ampliación de la carretera Salina Cruz-Coatzacoalcos, así como la ampliación y modernización de los puertos de Salina Cruz y Coatzacoalcos y las refinerías de Salina Cruz y Minatitlán. Además de la creación de 10 parques industriales en Oaxaca con el fin generar empleos.
Al respecto, el pasado 18 de marzo, el presidente Andrés Manuel López Obrador supervisó los trabajos del Tren Transístmico en Oaxaca, así como la instalación de los parques industriales en la región del Istmo de Tehuantepec.
El proyecto del Corredor y Tren Transístmico resulta, sin duda, de la misma connotación que el Canal de Panamá, con quien ya posee una historia. Cabe destacar que el proyecto no es nuevo ni pertenece a ninguna administración en particular. La idea del Corredor Interoceánico del Istmo de Tehuantepec se originó durante la época de Benito Juárez, y más tarde concretada en el gobierno de Porfirio Díaz en 1907, cuando hasta 60 trenes corrían diariamente por este cruce, principalmente para transportar mercancía desde el Pacífico hacia Estados Unidos. Sin embargo, tras la apertura del Canal de Panamá en 1914, la ruta interoceánica mexicana fue desvalorizada hasta su abandono.
Hoy por hoy, el proyecto fue retomado y finalmente el actual gobierno de México lo está llevando a cabo. Sin embargo, tengo la impresión de que actualmente los reflectores —sobre lo bueno y lo malo— se los llevan otros proyectos como la refinería Dos Bocas, el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles y el mismo Tren Maya. Pero este proyecto en particular será de grandes oportunidades pues conectará océano con océano para efectos de logística y envío de grandes cargas de mercancías, sobre todo de energéticos, que puedan tener como destino final el continente asiático.
No obstante, también tiene la gran posibilidad, siempre y cuando exista la inteligencia y la apertura de mente desde las esferas gubernamentales, de involucrarse en el transporte de energéticos que puedan venir desde Houston, Texas, a Minatitlán, Veracruz, y de ahí llevarlos en un gasoducto junto a la vía del tren, hacia el Pacífico Mexicano.
Con ello, nuestro país estaría finalmente siendo partícipe del comercio interoceánico de América con un corredor equivalente al Canal de Panamá, pero terrestre. La carga se tendrá que subir al tren, y luego deberá descargarse y subirse a un barco para salir a Asia y otros mercados internacionales.
Entonces, si se logra la instalación de gasoductos u oleoductos, siempre y cuando exista voluntad política y visión de futuro, México podría convertirse en una gran potencia exportadora de energéticos, si es que así lo desea, si se deja de visiones cortas y de conceptuar este tipo de proyectos con simples calificativos.
Los proyectos no tienen calificativos; tienen resultados, consecuencias y grandes alcances. Por eso, cuando existen proyectos nacionales, se debe de pensar en grande. Debe pensarse en el bienestar de las regiones de nuestro país y de México en general. Son alternativas de solución que, si bien tienen un costo, este se recupera con creces. Y si hubiese la apertura para que la inversión sea en alianzas público-privadas, es decir, que la IP ponga la tecnología y el dinero, y el gobierno los permisos, condiciones y otros lineamientos, este país sería otro.
El proyecto del Corredor Interoceánico del Istmo de Tehuantepec puede convertirse en una vía de acceso eficiente entre productores y consumidores finales, donde México resulta fundamental entre el comercio norteamericano-asiático. Para ello, requerirá de todos los servicios solicitados por el comercio mundial: maniobras de carga y descarga en puertos, transporte carretero y ferroviario, y servicios como energía eléctrica, gas y telecomunicaciones.
En conclusión, creo que el proyecto Transístmico es un gran acierto que bien vale la pena terminar y potenciarlo con visión de futuro, cuando exista la mentalidad de que vivimos en un mundo globalizado y que es nuestro deber buscar todas las ventajas competitivas para nuestro país.