
La ciencia moderna está validando la sabiduría antigua en torno a la importancia de dormir bien
A lo largo de la historia, hasta nuestra era moderna, el sueño fue respetado e incluso reverenciado. El sueño y los sueños han jugado un papel singular en prácticamente todas las religiones y tradiciones espirituales. Los griegos y los romanos tenían cada uno sus dioses del sueño: Hypnos para los griegos, Somnus para los romanos.
Pero en algún punto de la línea, nuestra cultura comenzó a olvidarse de la importancia del sueño. Cono dice Thich Nhat Hanh, renombrado monje budista:
“Los seres humanos hemos perdido la sabiduría de descansar y relajarnos genuinamente. Nos preocupamos demasiado. No permitimos que nuestros cuerpos se curen y tampoco permitimos que nuestras mentes y corazones sanen”.
Probablemente, el sueño comenzó a perderse después de la Revolución Industrial, cuando este se convirtió en un obstáculo más para el trabajo. Y aún nos sigue afectando.
A menudo asociamos el sueño con la pereza o la falta de ambición o compromiso, o lo consideramos un lujo que solo podemos disfrutar en días libres y vacaciones. Incluso, nos jactamos de lo poco que dormirmos y celebramos a los demás por pasar la noche en vela. Gran parte de nosotros seguimos viviendo bajo el engaño de que el sueño es simplemente tiempo perdido, una creencia que es capturada en la frase “dormiré cuando esté muerto”.
Para aquellos que creen que pueden ser productivos sin dormir lo suficiente, la justificación suele ser algo así: “otras personas necesitan dormir para funcionar, pero yo soy diferente”. Sin embargo, ahora la ciencia moderna está validando la sabiduría antigua en torno al valor del sueño.
A través de estudios e investigaciones, científicos han comprobado los beneficios del sueño para nuestro bienestar, rendimiento y capacidad para vivir una vida más plena.
El sueño es un período esencial de recuperación para el cuerpo y el cerebro, y mejora la memoria, el aprendizaje, la reparación, la productividad, la inteligencia emocional, el estado de ánimo, la creatividad y la resiliencia.
Solo observa lo que sucede mientras dormirmos. Aunque a veces creemos que el sueño es un período de inactividad, en realidad nuestro cuerpo sigue trabajando mientras descansamos. Es como traer un equipo de limpieza durante la noche para eliminar las proteínas de desecho tóxicas que se acumulan entre las células cerebrales. Maiken Nedergaard, neurocientífica del Centro Médico de la Universidad de Rochester, dice que el sueño es “como un lavavajillas” para el cerebro. Como lo dijo Heráclito, antiguo filósofo griego:
“Incluso un alma sumergida en el sueño está trabajando duro y ayuda a hacer algo del mundo”.
Cuando le negamos a nuestro cerebro este tiempo para limpiar y recargar energía, terminamos pagamos un precio. De hecho, escatimar el sueño ha mostrado efectos similares a estar intoxicado. Para muchos de nosotros, estar despiertos de diecisiete a diecinueve horas es un día normal. Pero cuando estamos despiertos tanto tiempo, podemos experimentar niveles de deterioro cognitivo equivalentes a tener un nivel de alcohol en sangre justo por debajo del límite legal en muchos países. Y si estamos despiertos solo unas horas más, estamos a la altura del equivalente a estar legalmente intoxicados.
Y aunque podemos sentirnos realizados y productivos si nos desvelamos para trabajar, también sabemos que cuando nos privamos de sueño, es menos probable que seamos la mejor versión de nosotros mismos. Esto puede tener consecuencias no solo para nuestro pobre y exhausto cuerpo, sino para cualquiera que tenga la mala suerte de entrar en contacto con nosotros. Un estudio del Karolinska Institutet en Estocolmo, Suecia, encontró que incluso una noche de mal sueño puede alterar nuestro estado de ánimo y desafiar nuestra capacidad para regular nuestras emociones, lo que puede tensar incluso nuestras interacciones sociales.
Por: Marina Khidekel, jefa de contenido de Thrive Global