Cruce del Golfo de California
Texto y fotos por: Ginni Callahan*
Traducido por: M.C. Martín I. Bustillo-Ruíz
Cuando amaneció, el sol encontró a un diminuto kayak color turquesa que abría lentamente un surco en la superficie del mar. Dibujó una línea muy por encima de una cuenca profunda de gusanos tubulares gigantes hacia una costa distante oscurecida por las nubes. Detrás yacía una historia de pérdida y 20 millas náuticas de mar abierto. Por delante había 35 más, y esperanza.
En marzo de 2020, el COVID y el divorcio dieron un doble golpe en el estómago a las dos cosas que tenían más significado en mi vida. Suspendí mi empresa, “Sea Kayak Baja México” (SKBM), y esquivé a los policías de cuarentena mexicanos a las 4 am para deslizarme hacia el mar con un desalinizador, anzuelos y el kayak más pesado que he movido. Fue un mes de deambular y observar la naturaleza. Al final, supe que necesitaba asirme de algún gran objetivo para impulsarme a mí y a la comunidad de Sea Kayak Baja hacia adelante.
Un amigo con un velero al otro lado del Golfo de California (Mar de Cortés) estaba dispuesto a llevarme a casa. ¡Eso fue todo! Cruzaría en kayak el Golfo, un sueño mío desde hace mucho tiempo. El objetivo no era solo la travesía, sino el verano de preparación para ella y el viaje hasta el punto de partida, Santa Rosalía, en el que me acompañarían cuatro de mis guías.
Cada semana añadí 5 millas náuticas (nm por sus siglas en inglés) al total, subiendo de 20 a 50 millas náuticas en un día sin tocar tierra. A menudo salía el día anterior, como precalentamiento y excusa para acampar bajo las estrellas. Pasé muchas horas, días completos y partes de noches, en el agua, sumergiéndome profundamente en la naturaleza.
Raras aves marinas, pocas veces vistas desde tierra, coqueteaban con el kayak. Los petreles menores daban volteretas a mi alrededor cuando estaba lejos de la costa. Una pardela negra aprovechó la perturbación de la estela del kayak para extraer plancton del mar. Conocí criaturas que nunca supe que existían. Una vez me detuve a molestar a un pirosoma de 2 pies pensando que era una bolsa de plástico.
En el calor del verano de Baja California Sur, la mayoría de los descansos de una hora consistían en nadar, lo que abría oportunidades para practicar buceo libre en promontorios y arrecifes remotos, atada a mi kayak. Vi elegantes corales blandos que nunca antes había visto, diminutas estrellas de mar de 6 brazos que se aferraban a los abanicos de mar como pequeños anillos. Tortugas marinas deslizándose serenamente.
Escuché las respiraciones entrecortadas de los delfines en la noche. A veces escoltaban el kayak por millas. Verlos iluminar el agua bioluminiscente a mi alrededor fue un placer especial. Algo grande me siguió una tarde sin respirar. Anunciaba su presencia periódicamente con grandes salpicaduras, más y más cerca hasta que embistió el kayak desde abajo con una fuerza sorprendente. No me metí en el agua en el próximo descanso.
Estar allí me reunió con un sentido de propósito y conexión. Eso era esencial. El entrenamiento para la travesía me dio la excusa que necesitaba para salir de la oficina y periódicamente dejar de tratar de manejar algo que me superaba. En ese sentido, el cruce cumplió su misión como ancla.
A continuación, mi compleja ruta desde Loreto a Sonora. El 8 de octubre de 2020, los guías Ramón, Rubén, Jorge e Isaura y yo partimos de la costa de Loreto rumbo al norte. Tres días y 36 millas náuticas más tarde, giramos hacia el sur con el viento e izamos nuestras pequeñas velas, volando de regreso a Loreto en lugar de quedar atrapados en la península expuesta de Bahía Concepción. Días después, Jorge, Rubén y yo conseguimos nos llevaran a Santa Rosalía. Me acompañaron a las islas antes de regresar a Santa Rosalía.
En el cruce de 9 millas náuticas a Isla San Marcos BCS encontramos tres canales distintos de corriente que iban en diferentes direcciones. El punto nodal del Golfo, Santa Rosalía, es conocido por sus extrañas corrientes, aunque la altura de sus mareas tiene una fluctuación cercana a cero. Esperamos el viento durante un día y luego partimos hacia Isla Tortuga antes del amanecer.
El amanecer en el mar es uno de esos momentos mágicos. La iluminación cambia. Tus compañeros de remo son siluetas nítidas en un horizonte ardiente, o sus sonrisas tienen un brillo cálido según la dirección en la que los mires. Nuestro cruce fue de 15 millas náuticas, casi 5 horas, con 3 horas restantes después del amanecer.
A última hora de la mañana llegamos a lo que desde lejos parecía una playa, pero cuyos granos de arena medían un pie de ancho o más. Se necesitaron dos personas para subir cada kayak sobre las rocas en el oleaje. Subí mi kayak tan alto como la marejada lo empujaba y luego me apoyé entre las rocas para evitar que el agua en retirada me lo robara. Jorge sostuvo el kayak de Rubén en alta mar mientras Rubén nadaba para ayudar a asegurar mi kayak moderadamente cargado. Luego luchamos por subir el kayak de Rubén y, finalmente, los muchachos lograron que Jorge subiera a una posición elevada sobre las rocas.
A medianoche, Jorge me ayudó a lanzarme a un mar cristalino con un oleaje perezoso del sur. Apunté entre Venus y Polaris. Durante el primer par de horas, el mar estaba tan tranquilo y Orión estaba a la altura justa sobre el horizonte que vislumbré toda la constelación reflejada en el agua junto a mi kayak, ligeramente deformada por el oleaje y mi estela. Eso también hablaba de lo oscura que era la noche. La única competencia por la luz de las estrellas era la bioluminiscencia que emanaba de mis paladas y se desplegaba de mi proa. Y dos zonas luminosas en el horizonte, ciudades al otro lado. Evidencia de que efectivamente había otro lado.
A las 3 am envié un mensaje de texto vía satélite al pequeño equipo que me seguía electrónicamente. Había planeado simplemente enviar una letra A, B, C con cada registro de 3 horas, pero con tanto tiempo para pensar, la creatividad me venció. “Impresionante” fue el mensaje de las 3 am.
Las estrellas fugaces abrieron los cielos por un momento con sus estelas brillantes. El pronóstico prometía viento del este y luego del sureste durante las primeras horas de la mañana, y cumplió. Los reflejos de las estrellas comenzaron a bailar, luego se difundieron en la textura del mar. Pronto el kayak también empezó a bailar.
El kayak atravesaba las olas cuando amaneció. A mi derecha crecía el capullo anaranjado del día. A mi izquierda, un amanecer color pastel descendía lentamente hacia el océano. A las 6 am envié mi reporte, “Hermoso”. Sobre mi hombro había una historia ya perdida y 20 millas náuticas de mar abierto. Por delante había 35 más, y esperanza. No podía ver ninguna orilla. Había remado durante 6 horas y había completado un tercio de la travesía.
Pronto pude divisar débilmente la Isla San Pedro Nolasco, a unas 27 millas náuticas. La costa, nueve millas más allá, estuvo oculta por las nubes durante varias horas más. Las endorfinas de la noche dieron paso al constante batir de los remos bajo un sol naciente que poco a poco iba formando olas. La isla no quería acercarse. Sabía que tenía la resistencia y la paciencia para sobrevivir a esta travesía y que en algún momento la isla estaría de repente cerca y sabría si tenía una playa para mí o tal vez una cueva marina sombreada en la que descansar.
Desde el momento entre el amanecer y las 9 am, y del siguiente registro “check-in”, no tengo recuerdos claros. Continuaba remando. Aunque marcado por campanadas y bocadillos cada hora, mi sentido del tiempo se volvió líquido. Se comprimió o expandió sin razón. Esa pequeña flecha turquesa se abría paso lentamente a través de una extensión de agua con su pequeño círculo de horizonte y pensamientos. Se movió a través del tiempo en una burbuja de ahora y todo lo demás se desvaneció. Yo estaba contenta.
“Claramente más cerca” fue el mensaje de las 9 am, Isla San Pedro Nolasco se había mudado. Ahora que podía ver picos en tierra firme, los estaba viendo deslizarse detrás de la isla con una velocidad angustiosa. Una corriente amenazó con empujarme hacia el norte más allá de la isla. Podría haber tirado la vela y remado más directamente contra el viento y la corriente, pero eso me habría puesto en una cinta rodante que avanzaría muy poco hacia la isla y consumiría la luz del día y la energía.
Durante unas horas contemplé cuál sería el mensaje del mediodía. “Listo” quise decir, queriendo decir que había llegado a la isla, pero eso no iba a suceder a tiempo. «Maldita corriente» era un buen candidato. Al final, simplemente envié la letra D. No quería perder más terreno del que tenía que perder con la maldita corriente. Y no quería dar a entender que mi sentido del humor estaba empezando a fallarme.
“… Y digo que no te detengas ahora
Porque puedo sentir que lo lograremos…”
Partes de “Make It” de Jake Reese jugaron en mi cabeza. La había escuchado repetidamente mientras hacía las maletas esta mañana.
“…Cariño deja ir tus preocupaciones
Y vive como sopla el viento…”
El ritmo alegre y despreocupado estableció un ritmo para remar con entusiasmo. Elegía una frase como un mantra y remaba con ella por un rato, modificándola para divertirme.
“…Tengo todo lo que necesito
brazos abiertos porque soy feliz
Camino Mar abierto delante de mí…”
Los golpes del remo abofetearon ligeramente. Las olas sisearon y salpicaron. El casco del kayak burbujeó en el agua. El metrónomo de la canción me impulsaba.
“… No quiero parar
quiero ir
No voy a dormir hasta que me lleves a casa…”
Visualicé mi kayak amarrado a la cubierta del velero que me llevaría de regreso a Loreto. El motor de mi cuerpo se puso en marcha. Finalmente, llegué a los flancos de la empinada isla gris con su desgarradora falda azul del mar, estampada con peces amarillos, peces azules y leones marinos de color caqui que fluyen en la danza vibrante de las ondulantes olas. No bajé a tierra. Me di la vuelta en mi asiento, me puse el equipo de esnorquel que estaba en mi cubierta trasera y me sumergí en el baile.
Más allá de los peces, los pies de la isla se hundían en vertiginosas brazas de índigo. Nadé remolcando el kayak. Caderas relajadas, piernas estiradas, piel en carne viva quemada en la sal. Me colé en una cueva donde una leona marina dormitaba en una plataforma. Sin despertarla, guardé mi equipo en silencio, volví a subir a bordo, comí un refrigerio y me alejé.
Momentos después de llamar por radio a Mike en el velero “Compass Rose”, y confirmar nuestro plan de encontrarnos cerca de la costa, encontré una pequeña ensenada en la isla con pequeños adoquines de granito debajo de un acantilado. Solo porque pude, bajé y me puse de pie. Sin saber qué hacer a continuación, volví al kayak y seguí remando.
Eventualmente pude ver la vela de Mike en la distancia. Me levanté de mi asiento y me deslicé en la cubierta trasera, con los brazos y las piernas en el agua, para relajarme y esperar. Cuando nos encontramos, marcamos un ritmo pausado y charlamos uno al lado del otro, kayak y velero. Entramos en caleta San Pedro y él se dispuso a fondear. Remé hasta la playa solo para completar el viaje. Tenía energía de sobra.
Cuando desembarqué, un pasajero del único otro barco en la bahía se acercó en su bote. “Nunca había visto una vela en un kayak”, dijo. «¿De donde vienes?»
Sonreí y me permití saborear el significado cuando respondí: «Santa Rosalía».
Características del equipo
Kayak: Nigel Dennis Sea Kayaking UK “Explorer”
Longitud: 533.5 cm, ancho: 54 cm, altura: 34.5 cm
La distancia
De acuerdo al GPS que llevaba, fue 55nm (102 km) desde Isla Tortuga; 83 nm (153.71 km) desde Santa Rosalía, incluyendo la visita a la isla San Marcos
Corrientes
Encontré corrientes unas millas al este de isla San Pedro Nolasco, y entre esta y la costa, de no más de 2 nudos, ¡pero cansa! Con viento en contra puede ser interesante, por las olas. No encontré ninguna publicación con información respecto a las corrientes para poder planificar bien. Sobre mareas sí, pero nada para corrientes. Otros amigos que intentaron cruzar por allí encontraron corrientes fuertes acercándose a isla Tortugas. No pudieron desembarcar y regresaron a Santa Rosalía.
Recomendaciones
La verdad es que no recomiendo cruzar por aquí. El área de descanso en las islas es inexistente. El acceso a Isla Tortuga es marginal en el mejor de los casos, por estar expuesto y por tener piedras muy grandes por toda la “playa”. No hay donde desembarcar en isla San Pedro Nolasco, excepto un pedacito de playa en el lado este debajo de un cantil impresionante, donde no recomiendo pasar mucho tiempo, ¡sin o con casco!
Hourly break
Recomiendo pausar y comer algo cada hora en los cruces largos. Ayuda mucho para aguantar la distancia. Entrar al agua cada hora para estirarse también ayuda para aguantar mucho tiempo en el kayak, esto da oportunidades para orinar y brinda buenas prácticas de reingreso al kayak.
Recomiendo prepararse bien física y mentalmente, con la mayor información posible sobre el área antes de hacer cualquier cruce.
“Tide races” o “tidal rapids”
Al cruzar por las islas tener en cuenta que las corrientes pueden ser fuertes y causar olas “locas” cerca de las puntas
* Ginni Callahan vive en Loreto, donde es propietaria de “Sea Kayak Baja México”. Está certificada por British Canoeing y American Canoe Association como entrenadora, guía y entrenadora de guías de kayak de mar y ha estado entrenando durante más de 20 años, incluso en América del Norte, América del Sur, Inglaterra, Australia y Nueva Zelanda.
“Sea Kayak Baja Mexico brinda acceso a programas de educación, conservación e investigación al aire libre, recreación y capacitación para guías, fomentando comunidades humanas vibrantes en ecosistemas saludables a través de los deportes de remo”.
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Cruces del Golfo de California en Kayak: un recuento – Sonora Star
May 17, 2022[…] Ginni, traducido por un servidor y publicado por la revista “Sonora Star” el 6 de mayo 2022 (sonorastar.com/2022/05/06/cruce-del-golfo-de-california), esta narra de una manera muy personal y hasta poética su travesía, el significado que para ella […]